Lo sé. Este escrito de poco va a servir para oxigenar aquellas mentes obtusas y retorcidas por la inconsciencia consentida. Sé que me embarco en unos minutos de escritura que probablemente resulten estériles de puertas afuera. Lo sé y lo asumo. Quizá lo único que pueda hallar en estas líneas es un calmante administrado por vía empática ante determinadas críticas poco edificantes. Un servidor sabe que es muy complicado darle la vuelta a una realidad tan cruda como frecuente: los críticos de la traducción, aquellos que gozan de la impunidad de la lectura ciega, los que no saben ni muestran preocupación por comprender el origen de las cosas.

Traductor, sospechoso habitual
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