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¿De quién es la culpa?

No es fácil reconocer nuestras faltas. Y cuando el corporativismo media, la tarea redentora se complica enormemente. Tras la lectura de esta entrada, he rebuscado inmediatamente en ese rincón del cerebro destinado a almacenar recuerdos y he revivido esa experiencia que padecí en una oficina espaciosa, perfectamente iluminada y de inmaculada factura del inframundo empresarial. Nada hacía presagiar el atentado que iban a perpetrar esa mañana soleada contra la moral de un traductor inexperto pero no por ello imbécil. Buscaba un trabajo, no una celda de castigo. Han mudado de hojas los árboles y sucedido bastantes cosas positivas desde entonces. No obstante, las personas empáticas, además de jorobarse con el mal ajeno, también reflexionan.

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Lo llaman visibilidad

Mira que caer en el enfoque prescriptivo me da miedo. Y con las redes sociales, algo de naturaleza tan compleja, todavía más. Se insiste, con la persistencia de un soniquete, en la importancia de que un traductor se sumerja en ellas. Como un mantra. No obstante, olvidamos que la importancia es un término con muchas aristas y meramente subjetivo. Los elementos 2.0 que nos asisten serán importantes en el caso de que sepamos sacarles partido y nos reporten algún beneficio en nuestra vida laboral y personal. No son importantes per se, sino que es el propio usuario el que les concede la relevancia que merecen.

Pero si hay una característica fundamental que las equilibra a todas es el argumento inevitable del «número de seguidores». Dejando de lado cuestiones de justicia e injusticia, méritos o deméritos, así está montado el tinglado y no tiene visos de cambiar. Es una realidad palpable en las redes que prime la cantidad antes que la calidad y, por consiguiente, se instituyan los modelos repetitivos. Por eso, hay que tratar de ser selectivo y no imitar patrones de comportamiento que conducen inevitablemente a la histeria por conseguir relevancia a cualquier precio. Aunque los cauces de la admiración son caprichosos, es evidente que resulta más atractivo alguien con tropecientos mil seguidores que otro que no supere el centenar.

Y no suele haber atajos ni reflexiones muy concienzudas: «si tiene tantos seguidores es que los merece». Bien, ¿algo más? Y no, no quiero dejar al margen valores como «respeto» y «humildad», que por desgracia están siendo absorbidos por la Compañía de Egos Virtuales S.A., —a través de una OPA hostil, por cierto—. Las redes sociales, mal interpretadas, se prestan al desarrollo de la egolatría y el componente emocional es decisivo para sentir que detrás de la pantalla hay una persona. Y la carrera oligofrénica que incita al seguimiento en masa y la búsqueda incesante de supremacía-influencia virtual no ayuda a humanizar estos espacios de encuentro.

En conversaciones informales, en algunas charlas en las que he tenido el gusto de poder hablar en público o en entradas de blog he podido constatar el grado de confusión que, a mi juicio, existe con respecto al papel de las redes sociales y otras herramientas en la vida de un traductor. Hay montones de lecturas interesantes que hablan sobre el jugo que se les puede extraer, pero hay muy pocas que cuestionen su uso y las falsas expectativas que se crean en torno a ellas. Y podría llegar a ser peligroso ya que, en ocasiones, he percibido en ciertas respuestas y actitudes un abismo del tamaño de la fosa de las Marianas entre la realidad del mercado y un mundo 2.0 más virtual que nunca.

Porque la confusión llega a extremos de ficción al más puro estilo hollywodiense. La asociación trabajo-visibilidad-méritos-relevancia puede derivar en un auténtico galimatías. De eso se trata, de visibilidad. De este término, lo que representa y de materias afines estaré hablando en uno de los seis seminarios web que han organizado las chicas de Educación Digital para el curso «Traductores 2.0» que, por cierto, tuve la suerte de disfrutar el año pasado. Con el firme propósito de alejarme de la «cantinela de siempre», mi objetivo consistirá en ofrecer una visión constructiva de lo que implica y no implica el término «visibilidad».

¿Visibilidad? Probablemente
Fuente: Rai Rizo

El proyecto de tu vida

Las neuronas comienzan a desperezarse, la sangre comienza a fluir a un ritmo más acelerado y las tripas resuenan suplicantes. Nada inhabitual en el despertar de cualquier hijo de vecino. Pero cualquier traductor sabe que la obligada y esperada consulta de su correo electrónico profesional es la siguiente tarea que debe acometer tras concluir con su particular ritual matutino. Así empieza el día y sale el sol para cualquier profesional de la traducción. La bandeja de entrada puede contener alguna que otra notificación procedente de las diversas redes sociales donde has dejado tu impronta el día anterior o varios mensajes recordando la actividad diaria en listas de distribución de tu interés. Todo ello es leído con sumo interés e ilusión al comprobar que tus incursiones por la red no caen en saco roto y tu caminar deja una bonita estela que es seguida por profesionales multidisciplinares de todo el mundo.

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