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Los medios y la traducción

[box]Traductor recién nacido: ¡Bua, buaa, buaaa! (Llanto desconsolado según Martínez de Sousa).

Traductor adolescente: «Paso un huevo de la traducción. No da ni pa’ pipas».

Traductor adulto: «Algo tiene que cambiar en la traducción, pero no tengo tiempo».

Traductor septuagenario: «Son los jóvenes los que tienen que arreglar el «tema» de la traducción».

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¡Oh soledad, mi sola compañía! —que diría el poeta de Sevilla—. El tema de marras, el de siempre, el que cuando sale a luz consigue aumentar las ventas de pañuelos moqueros de tamaño extra grande. Y volvemos a las andadas con el artículo de El País que los traductores —literarios o no— han compartido hasta la saciedad estos últimos días. En este erial de sombría atmósfera, lar de plañideras y velos negros, parece haber un rayito de esperanza ya que el bueno de Juan Cruz ha dedicado un artículo al noble arte de la traducción. El gremio, emocionado, lo comparte porque considera que se ha dado un pasito más hacia la ansiada visibilidad. Como Teruel, los traductores existen. ¡Ea!

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Lo llaman visibilidad

Mira que caer en el enfoque prescriptivo me da miedo. Y con las redes sociales, algo de naturaleza tan compleja, todavía más. Se insiste, con la persistencia de un soniquete, en la importancia de que un traductor se sumerja en ellas. Como un mantra. No obstante, olvidamos que la importancia es un término con muchas aristas y meramente subjetivo. Los elementos 2.0 que nos asisten serán importantes en el caso de que sepamos sacarles partido y nos reporten algún beneficio en nuestra vida laboral y personal. No son importantes per se, sino que es el propio usuario el que les concede la relevancia que merecen.

Pero si hay una característica fundamental que las equilibra a todas es el argumento inevitable del «número de seguidores». Dejando de lado cuestiones de justicia e injusticia, méritos o deméritos, así está montado el tinglado y no tiene visos de cambiar. Es una realidad palpable en las redes que prime la cantidad antes que la calidad y, por consiguiente, se instituyan los modelos repetitivos. Por eso, hay que tratar de ser selectivo y no imitar patrones de comportamiento que conducen inevitablemente a la histeria por conseguir relevancia a cualquier precio. Aunque los cauces de la admiración son caprichosos, es evidente que resulta más atractivo alguien con tropecientos mil seguidores que otro que no supere el centenar.

Y no suele haber atajos ni reflexiones muy concienzudas: «si tiene tantos seguidores es que los merece». Bien, ¿algo más? Y no, no quiero dejar al margen valores como «respeto» y «humildad», que por desgracia están siendo absorbidos por la Compañía de Egos Virtuales S.A., —a través de una OPA hostil, por cierto—. Las redes sociales, mal interpretadas, se prestan al desarrollo de la egolatría y el componente emocional es decisivo para sentir que detrás de la pantalla hay una persona. Y la carrera oligofrénica que incita al seguimiento en masa y la búsqueda incesante de supremacía-influencia virtual no ayuda a humanizar estos espacios de encuentro.

En conversaciones informales, en algunas charlas en las que he tenido el gusto de poder hablar en público o en entradas de blog he podido constatar el grado de confusión que, a mi juicio, existe con respecto al papel de las redes sociales y otras herramientas en la vida de un traductor. Hay montones de lecturas interesantes que hablan sobre el jugo que se les puede extraer, pero hay muy pocas que cuestionen su uso y las falsas expectativas que se crean en torno a ellas. Y podría llegar a ser peligroso ya que, en ocasiones, he percibido en ciertas respuestas y actitudes un abismo del tamaño de la fosa de las Marianas entre la realidad del mercado y un mundo 2.0 más virtual que nunca.

Porque la confusión llega a extremos de ficción al más puro estilo hollywodiense. La asociación trabajo-visibilidad-méritos-relevancia puede derivar en un auténtico galimatías. De eso se trata, de visibilidad. De este término, lo que representa y de materias afines estaré hablando en uno de los seis seminarios web que han organizado las chicas de Educación Digital para el curso «Traductores 2.0» que, por cierto, tuve la suerte de disfrutar el año pasado. Con el firme propósito de alejarme de la «cantinela de siempre», mi objetivo consistirá en ofrecer una visión constructiva de lo que implica y no implica el término «visibilidad».

¿Visibilidad? Probablemente
Fuente: Rai Rizo

¡Letras de Sastre cumple un año!

Pues sí, hace justo un año que decidí lanzarme a la aventura de escribir este blog por lo que creo que esta fecha señalada bien merece una nota a modo de recordatorio, por pequeña que sea, para echar la vista atrás y valorar todo lo que ha sucedido en este tiempo. Empecé con esa duda que entiendo está en las cabecitas de todos los aspirantes a traductor-bloguero: ¿Qué puedo aportar? Porque claro, hay espejos donde mirarse pero hay que abrir ventanas para inspirarse. Y así comencé un 9 de febrero de 2011, inaugurando un rincón virtual que no sabía si iba a tener como únicos lectores a esos abnegados familiares que piensan que un blog es esa libreta de gusanillo en la que apuntar la lista de la compra.

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