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Los traductores también se lesionan

Quizá no somos infalibles, aunque algunos clientes puedan pensar lo contrario. A veces olvidamos que estamos hechos de muchos músculos, huesos, tendones, cartílagos y un cerebro que no traduce las veinticuatro horas del día. De vez en cuando, también le da por enviar mensajes inequívocos de dolor a ciertas partes de tu cuerpo que asistían impertérritas al paso del tiempo. Llamémosle «rodilla». El que suscribe lleva haciendo deporte desde que tiene uso de razón —antes de que ese incómodo compañero llamado «seso» llegara a mi vida—, practiqué la modalidad de «gamberradas deportivas», variedad en franca recesión consistente en correr como alma que lleva el diablo y no mirar hacia atrás hasta que la lengua no te roce el ombligo. Todo niño bien criado debería haberlo practicado. Me consta que un tal Usain Bolt se lo tomó muy en serio y no le ha ido mal del todo.

No seré yo el que hable de ergonomía, higiene postural, sillas, reposapiés y demás premisas de indudable interés, sino que serán otros los se tomen la molestia de ahorrarme el trago. Recomiendo a todo aquel que haya sufrido, sufre o vaya a sufrir lesiones de diversa consideración que tengan muy en cuenta las siguientes lecturas:

– Traductora de-formación profesional: Mil dolores pequeños, mi deformación profesional.

– Vida de traductor: categoría ergonomía y salud.

– La Linterna del Traductor: Ergonomía y traducción.

– El traductor en la sombra: categoría productividad y ergonomía.

– Con el calco en los talones: pilates para traductores.

Estas lecturas son aleccionadoras, pero tienen ese componente de frialdad asertiva, o lo que es lo mismo, «está muy bien, lo tengo en cuenta, pero voy a ponerme con la traducción que voy con retraso». O sea: asientes, estás muy de acuerdo con lo expuesto, pero… «si eso, ya me pongo mañana. Además a mí nunca me ha pasado nada». Mal, mal. Como las experiencias personales calan más, voy a dejar de lado ese discurso neutral que te anima a comprarte una silla ergonómica y casi te obliga a asentir en señal de aprobación, para pasar a relatar en una sencilla tabla el proceso subjetivo a través del cual me di cuenta de que no tenía las articulaciones indestructibles de He-Man.

ETAPA

DIAGNÓSTICO

REFLEXIÓN

1

Dolor leve en la rodilla derecha. Contractura en la espalda «No pasa nada. Estar un pelín agarrotado es normal con este proyecto tan largo. Esta noche un poco de mancuernas y listo».

2

Dolor incesante en las lumbares. Dolor agudo en la rodilla. «Estás hecho un trapito, chaval. Descansa un día y eso se te pasa. Vas bien de tiempo».

3

Mismo diagnóstico etapa 2 «Oiga, esto es preocupante. Tengo que reducir las horas de ordenador e ir al fisioterapeuta».

4

Mismo diagnóstico etapa 2 + rodilla inflamada y con sensación de inestabilidad al caminar Fisioterapeuta: «Rai, tienes una tendinitis en el tendón rotuliano de la rodilla derecha. Si tienes la espalda cargada se debe a los malos apoyos que realizas. Nada, nada y nada».
Rai: «A partir de ahora, Phelps a mi lado, un principiante».

5

Dolor en espalda y rodilla remitiendo. «Vaya mi%&!* de productividad. Descansa, no queda otra y, hala, a la piscina».

6

Mismo diagnóstico etapa 5 «De tanta piscina estoy más arrugado que un higo, pero nado con la gracilidad de un atún rojo del Atlántico. ¡Ah, sí! A ver cuándo termino el proyecto».

7

Molestias en espalda y rodilla. Dolor, lo que se llama dolor, ya no. Fisioterapeuta: «La rodilla ha mejorado mucho. Si sientes dolor, vuelve a llamarnos».
Rai: «¡He terminado el proyecto!»

8

Aquí me encuentro ahora mismo.

Este es mi caso real. Pongámosle que el periodo de dolor/molestias físicas lleva conmigo más de un mes. ¿Qué pudo provocar la lesión? Qué sé yo… un mal gesto, una serie de malos gestos, una lesión dormida que le ha dado por despertar ante un esfuerzo anormal de la articulación. Muchísimas causas para una sola conclusión tras la lesión: inactividad. Y, a menos que seas banquero, político o de sangre azul, un periodo de inactividad es un verdadero contratiempo para el traductor autónomo. ¿Por qué?

Inviertes tiempo y dinero en tu recuperación.

– Esa inversión, si bien absolutamente necesaria, no es rentable para tu actividad económica.

La productividad desciende hasta límites insospechados e incluso llega a paralizarse.

– Cabe la posibilidad de que tengas que rechazar proyectos y oportunidades por culpa de tu enfermedad o estado físico.

La búsqueda de clientes, una faceta primordial en el trabajo del traductor, ha de abandonarse necesariamente.

Es necesario despedirse de la rutina habitual, esa amiga inseparable y fiel del traductor. Ella quiere volver, pero no tienes más remedio que decirle: «ya te llamo yo y quedamos; no insistas».

La salud emocional podría llegar a resquebrajarse por todo lo expuesto anteriormente.

Rodilla derecha: «no sabes el mes que llevo…»
Rodilla izquierda: «calla, que los marrones me los como yo»

Conclusión tan poco brillante como lógica: nuestro buen estado físico y mental es la fuente de la que bebe la productividad. Y no es menos cierto que cuando nuestro cuerpo habla, debe ser escuchado. Eso implica que cuando algo duele, molesta o importuna incesantemente es poco inteligente continuar con nuestra rutina habitual. Lo sensato es aminorar la marcha o incluso detenerse y no mentirse premeditadamente con el «mañana se me pasa».

¿Evitables este tipo de contratiempos? No todos. Hay situaciones que no somos capaces de dominar ni prever, pero sí hay otras que podríamos evitar con buenos hábitos. Estar sentado en una silla de ordenador durante horas y horas —sí, vale, la tuya es muy cómoda y la mía también— no es la mejor manera de cuidar nuestro cuerpo. La solución es el ejercicio moderado, pero tampoco sirve cualquiera. No soy nadie para decir lo que cada cual tiene que hacer con su cuerpo, pero sí tengo algo de experiencia deportiva para recomendar o descartar ciertas prácticas si se practican de forma habitual.

El tiempo me ha demostrado que los deportes basados en arrancadas y paradas súbitas son peligrosos a largo plazo. Hablo de fútbol, tenis, pádel, baloncesto y demás deportes donde medie un esférico. Son modalidades deportivas con tendencia a la descompensación muscular y articular y pueden llegar a provocar lesiones como tendinitis, contracturas, roturas fibrilares o fracturas por estrés. Desgraciadamente, casi nadie goza en este tipo de deportes de un estado físico y una genética tan destacable como la de Cristiano Ronaldo o la de Roger Federer, deportistas que sólo visitan el hospital para conocer a sus nuevos hijos o visitar a niños enfermos.

Correr,… tampoco. A nivel articular es una práctica poco recomendable. Trote, trote, trote, trote y así hasta llegar a meta provocan a largo plazo problemas en rodillas y caderas. Conozco a más de uno, dos o tres atletas populares bien curtidos con prótesis y no, ya no salen a correr. En contrapartida, hay prácticas que pueden ser muy recomendables para fortalecer progresivamente esos músculos que tenemos dormidos y agarrotados durante varias horas al día en una silla. Llamémosle pilates, yoga, ejercicios específicos —no autodidactas, por favor— de mantenimiento-tonificación muscular o natación. Cualquier modalidad que permita una adaptación progresiva al esfuerzo y desarrollo muscular.

Perezoso: «Empieza tú, que luego, si eso, voy yo»

Todos sirven para el propósito final: sentirse bien a nivel físico y mental. Hay lesiones inevitables, pero hay otras muchas que entran dentro del saco de las eludibles. A veces nos ahogamos con la facturación trimestral, la declaración de la renta, la resolución de dudas terminológicas o los plazos reducidos, pero no nos paramos a pensar que, sin salud, todas estas cosas son inabordables e insignificantes. Como empresarios autónomos debemos prestar atención a nuestro negocio, imagen de marca y servicio profesional, pero no es menos cierto que todo ello es una tarea estéril si no cuidamos de nosotros mismos. Así que el sedentarismo y el «mañana me pongo» no es una opción válida, pues conviene desterrar de nuestro ideario la imagen del traductor estático, de ojos rojos pegados a una pantalla y cuerpo atrofiado en una silla con respaldo abatible.