El revisor sanguinario

«La función principal de un corrector no es mejorar el estilo de un texto». Esta oración la pronunció Antonio Martín en el curso de corrección que impartió hace un par de meses en Logroño. Se me quedó grabada a fuego y, es más, siempre procuro aplicarla rigurosamente en mis trabajos de revisión. Ya no es solo una cuestión de profesionalidad, sino de respeto por la escritura, ese ente tan personalísimo que modela a los profesionales de la lengua. ¿Quién soy yo para modificar arbitrariamente una estructura sintáctica que se entiende o un término claramente integrado en su contexto? El «yo lo habría dicho de otra forma» no es un argumento válido en la noble labor de corregir un texto.

Por esta y por muchas cosas más, la tarea de revisar un texto no se le puede encomendar a cualquiera. Se precisa de un fino bisturí que no todo el mundo puede adquirir. Afortunadamente, las revisiones que realizo en mi día a día son de textos muy corregibles, plagados de errores muy notorios. El verdadero problema surge cuando un texto no exhibe una apariencia que amenace ruina. Ahí, precisamente ahí, se hace patente la competencia o incompetencia de un revisor, pues de ello dependerá que sepa o no aplicar determinado nivel de intervención sobre el texto. ¡Niveles de intervención!

Cargando el arma. Fuente: nettsu en Flickr

Cargando el arma.
Fuente: nettsu en Flickr

Hace no mucho también hablé sobre el ego del traductor y la poca ayuda que brinda en estos casos. A veces, realizamos una defensa tan enconada de nuestras traducciones y propuestas de redacción que se nos nubla la vista y arremetemos con la fuerza de un león herido. El profesional, como tal, tiene que ser capaz de aceptar y reconocer con humildad que yerra y errará tantas veces como escriba o hable. Con el tiempo, he aprendido a desdramatizar los errores a mi manera. Desde luego, hay mucho margen de mejora, pero los sambenitos, el garrote vil y las picotas en tonel forman parte de mi pasado más inquisidor. Otra cosa muy diferente es que tu texto caiga en desgracia al ser revisado por alguien que manifieste una incompetencia supina en estas lides. Y yo que quería enterrar el hacha de guerra…

Os presento a este torpe y despiadado ser: el revisor sanguinario. Se alimenta de tinta roja, tiene los ojos inyectados en sangre, viste de Prada y emite sonoras carcajadas malévolas cada vez que corrige algo sin saber justificarlo. Es malo, malísimo. Se regodea en su infinita vileza y no se sabe vivir sin el control de cambios activado. Para este ser, un texto sin garabatear, manchar y lacerar es una cruel derrota. Le encanta utilizar los signos de interrogación de forma compulsiva (????????) para expresar su recelo y mostrarse infinitamente superior al pingajo que ha redactado tamaña porquería. Evidentemente, no tiene por qué argumentar sus correcciones. Eso es de perdedores y él solo sabe ganar tachando, tachando y tachando. Cuidado que te tacho. Ya.

No está hecha la miel para la boca del asno, dicen. O sea, que corrija el que sepa corregir. Recuerdo perfectamente cuando Antonio dijo que había empresas que delegaban las tareas de corrección y revisión en los pobres pringados de siempre, aquella pobre gente maniatada por un contrato de mierda, si es que lo tienen. Para mis adentros pensé: «espero que no me pase». Pues, ¡pam! Cacerolazo en el entrecejo. No sé si fue el becario o cualquier otro —me la trae al fresco, de verdad—, pero como traductores profesionales debemos exigir un revisor que tenga la suficiente formación lingüística como para argumentar sus correcciones de un modo ordenado y rebatible, llegado el caso. Qué menos, ¿no? Saber cambiar «arbusto» por «matorral» no te hace un gran revisor.

Es imposible discutir nada con una persona que se limita a emborronar tu texto porque su frase le suena mejor. Es un argumento que me veo incapaz de refutar so pena de entrar en un penoso bucle. ¿Es mejor tu frase? Vale, bien, palmadita en la espalda y para ti la perra gorda. Revisar, al igual que traducir, no está al alcance de cualquiera. Si el cruce de correos se convierte en un juego de frontón, yo no juego. No me gusta. Prefiero el tenis, que es más justo y se pueden discutir los puntos. Pues eso, frontón o tenis, sin una enorme pared que medie; vosotros elegís.

7 comentarios en “El revisor sanguinario

  1. Jordi Balcells

    Y, a pesar de todo, están los correctores de estilo, que hacen precisamente eso, y, normalmente, muy bien.

    Reconozco que en alguna revisión he usado los múltiples signos de interrogación (tres a lo sumo), pero solo cuando me sacaban de quicio y la frase era incomprensible sin psicotrópicos. Soy consciente de que no es una crítica constructiva, que hay que pararse y respirar, pero ciertas cosas claman al cielo. En cualquier caso, soy afortunado: solo he tenido que recurrir a los comentarios pasivos-agresivos un par de veces en mi carrera.

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  2. Rai Rizo Autor

    Lo de los psicotrópicos es muy bueno, Jordi. 🙂 Y te entiendo perfectamente, no te creas. Uno intenta ser lo más formal y neutro posible en sus justificaciones, pero hay veces que te llegan textos que no hay por dónde cogerlos.

    De todos modos, no son casos ni remotamente parecidos. El revisor que corrigió mi texto emborronó caciquilmente párrafos enteros sin justificación alguna. Al principio pensé que quizá había tenido un mal día, pero luego me di cuenta de que simplemente no estaba capacitado para ello. Es sencillo: zapatero a tus zapatos.

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  3. Pablo Muñoz Sánchez

    Muy buena entrada, Rai. Yo llevo ya un tiempo en el que reviso bastante otras traducciones y es difícil ser crítico con una traducción ajena.

    Desde luego, no hay nada como revisar casi siempre al mismo traductor, porque así poco a poco se genera un diálogo gracias a los comentarios que ayudan a que la traducción mejore y que haya menos «errores» (que pueden ser simplemente preferencias del cliente, por eso las comillas). Uno a veces puede pensar que tiene que cambiar mucho para que su sueldo esté justificado, pero la gracia está en que cada vez cambio menos cosas y al final todos ganamos, porque al cobrar por horas, pues el gasto tampoco es demasiado.

    Eso sí, coincido con Jordi en que cuando la traducción es realmente desastrosa, yo también he pecado de usar los ???. Pero bueno, menos mal que antes de enviar el archivo hay que volver a mirar con tranquilidad los comentarios para tampoco ser destructivo, porque con eso no ganamos nada.

    Un saludo,

    Pablo

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    1. Rai Rizo Autor

      Gracias, Pablo.

      No es lo mismo corregir que ser corregido. Creo que hay cierta tendencia a «machacar» (entiéndase con comillas) las traducciones y propuestas de los demás, mientras que somos poco tolerantes con las correcciones que se practican en nuestras traducciones. De ahí que el ego sea un lastre en estos casos. No hay duda de que la revisión, sea cual sea la dirección en que se realice, es una labor en la que se debe hilar siempre muy fino.

      Mi indignación se debe a que entregué una traducción decente y no merecía semejante marranada de revisión. No me corrigieron errores graves de ningún tipo, sino que modificaron —sin ningún tipo de criterio y escrúpulo, insisto— el estilo del texto en español. Evidentemente, adopté, en la medida de lo posible, el mismo tono que el texto original, redactado en un lenguaje formal, incluso con pasajes de prosa poética. El traductor siempre merece que justifiquen las correcciones que se llevan a cabo en su texto. Solo así se puede mejorar y entender qué es lo que quiere el cliente. Poner un muro entre el revisor y el traductor es una muy mala empresa.

      Revisar no es garabatear el texto y corregir cuantas más cosas mejor. Es algo mucho más serio y, sobre todo, hay que seguir unos criterios de revisión estándar. Lo de las ?????? es casi anecdótico en comparación con el resto de correcciones.

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