Enseñanzas hay muchas y de muchos pelajes, pero pocas tan valiosas como las que surgen en momentos fortuitos. Ese súbito instante donde una frase, reflejo de una actitud, te enfrenta a una cruda y heladora realidad. Andaba, hace unos días, en la presentación de una nueva novela de un joven escritor francés que venía avalado por no sé cuántos premios de prestigio conseguidos en el país vecino. Pero lo que terminó de convencerme para aparcar un rato mis obligaciones fue la presencia de la traductora al español de dicha obra. Novela, exilio, Francia, traducción, idiomas francés y español con sus correspondientes visiones del texto… En definitiva, un bocado atrayente.
La presentación tuvo un éxito apabullante. Buena prueba de ello fue que los montones de libros apilados encima de la mesa desde donde se dirigían al público volaron a una velocidad de vértigo. Un servidor también se hizo con un ejemplar a la espera de que la convincente oralidad del autor, traductora y editor estuviera a la altura de unas letras dignas de ser leídas. No obstante, irme de la librería sin antes cruzar unas pocas palabras con la traductora estaba tipificado ese día como falta grave. Me había convencido su manera de desnudar intelectualmente al autor —repleto de contradicciones y obsesiones—, su gracia para abordar temas muy comprometidos y su naturalidad para resolver cuestiones que se funden en una línea argumental compleja. Descifrar las fobias del autor no es una tarea que se pueda respaldar únicamente alegando importantes competencias lingüísticas.
Con esos ingredientes me presenté ante ella con la mejor de mis sonrisas, sabedor de que romper el hielo entre colegas es mucho más sencillo. Tras felicitarle por su labor y cruzar unas cuantas palabras más de cortesía, pronuncié las palabras que, a la postre, serían el detonante de una respuesta lapidaria que provocó que abandonara la conversación a los pocos segundos de escucharla; mi inocente frase de compadreo «yo también soy traductor» degeneró inmediatamente en un desconcertante «pues está muy mal la cosa». Pardon, pouvez-vous répéter ? Para no parecer un maleducado prolongando mi silencio, buceé rápidamente en la conversación que había mantenido hasta ese momento con ella para encontrar esa palabra o instante que le había llevado a manifestarse así.

Un filete, dos filetes, todos somos filetes.
Fuente: Yogma en Flickr
Evidentemente, no encontré esa palabra truculenta, ni ese instante de incomodidad que violenta una conversación. Por otra parte, tampoco disfruto rebozándome en el barro de la piara, ni crispándome, hasta el punto de inflarme como un sapo, al despotricar sobre las maldades de nuestra profesión. Simplemente le había dicho, en un arrebato puro de camaradería, que era traductor como ella. Simple, llano, conciso. Un «hola, estoy orgulloso de pertenecer a esta profesión». ¿Qué necesidad había de llevar la conversación a un ambiente de barra de bar? Así que, como un traductor sin contexto se ahoga, opté por zanjar la conversación con algunos balbuceos sin importancia y un mustio «gracias». Quizá, la razón de ser de ese agradecimiento todavía deambule por el limbo de las buenas intenciones.
Claro está que no me esperaba esa respuesta, y mucho menos esa respuesta típica y tópica por parte de una traductora y catedrática universitaria. ¿Acaso creyó que era un recién licenciado? En ese caso, ¡vaya inyección de ánimo para el pobre pajarito! Con ese espíritu aventurero, el traductor novato podrá volar allende los mares y llegar a buen puerto, seguro. Por cierto, cuando dijo que la cosa estaba malita, no sé a qué se refería con esa «cosa». ¿Su cosa no va bien?, ¿mi cosa es la que se va a pique?, ¿o será mi supuesta intención de entrar a formar parte de esa cosa? ¡Qué cosas con la cosa, caray!
Por suerte, llevo trabajando en mi cosa traductoril unos cuantos —pocos— años y no me va mal del todo. Nunca sabré si optó por darme un baño de realismo tópico al creer que quería hacer una incursión por el mundo editorial como traductor. Un «¡ay, granuja, no sabes dónde te metes!» habría sido, cuando menos, más original. Por otra parte, intuyo que su cosa traductoril no va del todo mal si es la traductora oficial de este joven novelista francés. Así que, ¿para quién está mal la cosa? Qué sinvivir, tú.
Sé que nuestro gremio es muy heterogéneo, que hay visiones enfrentadas, que hay intereses dispares, que hay luchas de egos y otras muchas cosas que nos convierten en un gremio poco tendente al encasillamiento. Por eso mismo, reducir nuestros inmensos contrastes en una frase así es infinitamente absurdo y, además, no refleja, en absoluto, nuestra realidad como conjunto. Y, en todo caso, si se pretendiera luchar contra la mediocridad y la precariedad laboral del traductor e intérprete, esta muletilla no sería el mejor punto de partida.
Espero equivocarme,
pero puede que la traductora en cuestión creyera que ibas a pedirle trabajo o colaboración…es raro, en nuestra profesión suele haber solidaridad.
Me encanta tu blog, por favor, sigue escribiendo.
Atentamente,
Giulia
Gracias, Giulia. Por aquí estaremos siempre que haya algo interesante que contar.
Podría equivocarme, claro, pero me da en la nariz que no. Mi tono no fue suplicante, sino de puro compañerismo y, por tanto, esperaba una respuesta en esa línea.
Un saludo.
Deduzco que fuiste a la presentación de ‘La sal’ de Jean-Baptiste del Amo. Yo también estuve, pero en la de Barcelona. Terminé hace poco la novela y te animo a ponerte a ello porque, sí, es muy buena (vale que además yo la empecé con cariño por otras razones que no hacen al caso). Y tuvo que ser difícil de traducir de narices, porque el vocabulario, como supongo que dijo Lydia en la presentación, es casi infinito.
No sé a que se referiría Lydia (porque no la conozco) con lo de está mal la cosa. Supongo que al saber que eras traductor dedujo que eras traductor de libros, y no quiero ser agorero, pero el sector del libro está bastante mal, y eso de rebote nos afecta a los que los traducimos. Caso personal: yo llevo casi diez años en esto y llevaba siete sin quedarme en dique seco. Pues bien, hace un mes entregué libro y me quedé sin nada. Y digo nada. Hacía años que no me ponía a llamar a gente y a mandar CV. Tardé una semana en encontrar algo, pero en el futuro no sé si todo el mundo tendrá tanta suerte: se edita menos, y de lo que se edita el porcentaje de traducciones es menor. También se edita peor, con menos previsión, con lo que los plazos y las condiciones se resienten. Sí: la cosa está mal. Reconocer la realidad no es derrotismo. Es más: muchos no podemos permitirnos ser derrotistas porque el 100% de nuestros ingresos provienen del mundo libro.
Un abrazo y a ver qué te parece el libro de Jean-Baptiste.
Deduces bien, David. Se trata de esa misma novela y, sí, su lectura es un verdadero reto. El vocabulario de este hombre es tan vasto que a veces pienso que de pequeño leía diccionarios. 🙂
Por otra parte, seguro que pensó que traducía libros. De eso no tengo ni la más mínima duda. El meollo del asunto es que en una sola frase decidió tomar la parte por el todo. Me consta que el mundo editorial no atraviesa un buen momento, pero tampoco otros ámbitos de nuestra profesión. Estas conversaciones siempre se inician hablando cada uno de «sus cosas», y terminan con palmaditas en la espalda y grandes dosis de cera y autocomplacencia. Estoy de acuerdo en que es justo ofrecerle una visión real, pero no deja de ser un punto de vista parcial —con sus cosas buenas y malas—. Imagínate, sin más, que yo hubiera sido un traductor inexperto, que quiere traducir libros y, simplemente, desea compartir con la traductora un sano sentimiento de compañerismo. Esta respuesta le habría hecho daño e, insisto, no deja de albergar parte de verdad.
No soy partícipe de ocultar realidades, no obstante, parece que con esa respuesta modelo queremos polarizar todas las corrientes de pensamiento y que no haya matices. Un recién llegado podría preguntarse de forma lícita: «La traductora traduce a un autor interesante y reconocido, ¿tan mal le va? Peor me va a mí que me ofrecen libros por 400 euros». Critico, especialmente, esa forma casi instintiva y algo paternalista de responder y, prácticamente, no dar pie a engendrar otro tipo de aspiraciones. No es lo mismo opinar que condicionar, creo.
Un abrazo, David.
Hola! gracias por compartir tu experiencia!
No pretendo entrometerme, pero pienso que la mujer te lo dijo en «modo compañerismo»: todos sabemos que el mercado es inestable y que hay que luchar todos los dias!
Un saludo
Buenas 🙂
Me estoy graduando en TeI este año y, viendo el panorama, decir que estoy aterrada es quedarse corto. De hecho, llevo un año pensando que he cometido uno de los mayores errores de mi corta vida al meterme en este mundillo. Será falta de pasión o negativismo, pero ver cómo trata la sociedad a los traductores, editores, escritores y otros amantes de las letras y el ambiente de auténtico ‘compañerismo’ que se palpa entre traductores (por no tener no tenemos ni colegio) me hacen preferir fregar retretes en Inglaterra antes que seguir luchando. Igual con una buena dosis de mar, letras y sol se me pasa pero visto lo visto…
Un saludo,
Hola (dos años después vuelvo a esta entrada) :):
A ver… tu mensaje destila mucha negatividad, así que espero poder cambiar, aunque sea un poquito, tu punto de vista con respecto a la traducción. Esa actitud solo te servirá para generar frustración y sentir miedo por algo que ni siquiera has intentado conocer.
Bueno… lo que te quería decir es que en cualquier profesión, por mucho que te cuenten, no todo es blanco o negro. Relativizar te ayudará a entender muchas cosas que antes solo veías de un modo unidireccional.
Por otra parte, me da la sensación de que te estás empapando demasiado de actitudes negativas, cansinas, tópicas e infructuosas que se leen en muchos foros. No leas eso o, bueno, léelo y ríete a carcajadas. Te vendrá bien para relajarte y quitar tensión.
No te negaré que es una profesión quejica, cualquier cosa es motivo para montar en cólera, indignarse, pregonarlo a los cuatros vientos y, finalmente, buscar aprobación y comprensión por parte del resto de colegas. Palmaditas en la espalda y autoafirmación de gremio laboral avanzado y moderno (qué buenos somos y qué culito tenemos). Pero ahí queda todo, ahí se cierra el círculo. Como si la peste te acechara, huye de este tipo de críticas que no llevan absolutamente a ningún sitio.
Te animo a no caer en la autocomplacencia, actud dañina como pocas, reflejada en el «qué mal nos trata la sociedad y qué poquito nos tienen en cuenta». Como traductor, el reconocimiento se consigue día a día, convenciendo a tus clientes, mostrando lo profesional que eres y siendo constructivo antes que gruñón. ¡Ah! Y no te sumerjas en debates, como el del colegio de traductores, que llevan con nosotros desde el Oligoceno. Es como meterse en una discusión entre aficionados del Madrid y del Barcelona.
Y poco más te puedo decir. No caigas en esos tópicos, trilladísimos y contaminadísimos. Huelen mal, muy mal. Sé más constructiva y mira por ti, antes que reflejarte en un espejo que hace tiempo que no devuelve una imagen limpia.
Un saludo y ánimo.
Se me olvidó mencionar que acabé aquí desde el artículo de Nieves Gamonal («Las putas verdades de la traducción»). Me quedo con la frase «qué buenos somos y qué culito tenemos» XD
En cuanto al negativismo, no me preocuparía demasiado si escuchara estas cosas en boca de una minoría, pero cuando hasta mis profesores se apuntan al carro, da miedito, más que nada por la gran inversión de tiempo y dinero que supone hacer un grado y un máster. Algunos veteranos dicen que se tarda al menos dos o tres años en crear una cartera de clientes más o menos estable; supongo que hasta entonces hay que compaginar ser autónomo con un trabajo por cuenta ajena. Si no, no me imagino cómo se puede vivir de la traducción sin morir en el intento. En fin, con el tiempo se verá si sirvo para esto o no.
Gracias por los consejos y los ánimos 🙂
¿Y desde cuándo las mayorías tienen la razón? 🙂
Si hay profesores que imparten el grado de TeI que no han traducido en su vida profesional una sola línea, ¿cómo tienen los arrestos de proclamar ante su alumnado que la traducción no es una actividad rentable?
Vas a escuchar mil cosas a partir de ahora, pero te recomiendo solo una: compruébalo todo. No actúes en función de lo que escuches.
¡Suerte!
Gracias Rai. El mejor consejo aplicable a todo en esta vida: «Keep calm and question everything» 😀