Externaliza, que algo queda

No estaba muerto, estaba de mudanza. Era eso. Ahora que he cambiado las soleadas tierras del sur de la Comunidad Valenciana por el indomable cierzo del valle medio del Ebro, me dispongo a seguir contando las mil y una peripecias que adornan la vida del traductor autónomo. Que la visión mágica y eterna del Moncayo me ilumine.

El fascículo de hoy tiene su origen en una noticia cuyo titular categórico pedía a gritos que encontrase un rato libre para escribir esta entrada. Aborrezco los titulares amarillistas, pero mi propia experiencia no me permite disentir totalmente de un encabezamiento periodístico así. Tampoco soy nadie para juzgar si «el apocalipsis va a chegarrr [sic]» a la Unión Europea, como diría mi Arrabal particular. Lo que está bien claro es que la tijera es la herramienta de moda y nadie, pero nadie, se salva de salir trasquilado. Ni siquiera una institución tan prestigiosa como el Servicio de Traducción de la Comisión Europea.

Tampoco me voy a recrear opinando sobre las cuestiones técnicas que modificarán sustancialmente el proceso de traducción en la Unión Europea, ya que, desde un punto de vista práctico, se basa en algo que todo traductor familiarizado con los sistemas TAO conoce: la puesta en marcha de una gigantesca memoria de traducción, alimentada y mejorada durante décadas, que ofrecerá bastantes más propuestas de traducción que antaño. No hay duda de que también habrá influido positivamente en este proceso que la terminología de la Unión Europea esté sometida a procesos de uniformización y revisión constantes, a pesar de que el arsenal burocrático de la Unión Europea no ralentice su arrollador crecimiento.

El único dato objetivo que ofrece esta noticia es que despedirán a 50 traductores en plantilla al año durante un lustro. Si hay algo se puede extrapolar de este dato, es que los encargados de programar la nueva memoria de traducción han hecho un excelente trabajo. «Optimización de recursos» que dirían unos, «a la puta calle» que dirían otros. Esto va por barrios, claro está. [Voz interna: «Xic, no remugues més, parla ja de la teua experiència, per Van Rompuy»]. Además de evidenciar que en mi fuero interno me fustigo en otra lengua, sí, voy a hablar de mi experiencia —más bien, contacto esclarecedor— que viví con una agencia de traducción que, precisamente, no podría ser considerada una pyme en España.

Fotografía: Rai Rizo

Fotografía: Rai Rizo

Se puso en contacto conmigo un PM, muy majo y educado, que me preguntó si estaba dispuesto a colaborar en proyectos relacionados con la traducción de documentación de la UE. Además, mi currículum les había gustado porque había estudiado un máster en traducción institucional, jurídica y económica y bla, bla, bla. Bien, claro que me interesa y, ¿qué más? ¿Qué más, pequeño traductor? Cobrarás por página «esto» y por palabra «esto» —seguramente estos precios sean esas best rates que tanto abundan en la neojerga traductoril—. Me enfurruño.

«Esto» y «esto» me parecen una tomadura de pelo. Atacan con su linda promesa de volúmenes de trabajo constantes. «Oh, que me enamoro, bribón». Les replico, con paciencia, que esas tarifas no son rentables ni siquiera asociadas a supuestos grandes volúmenes de trabajo e, intuyendo que cuentan con un presupuesto cerrado y una estipulación de tarifas previa, les comunico que prefiero no formar parte de esa cadena, pues tengo la sana costumbre de ofrecer mis tarifas o sentir que respetan mi trabajo preguntándome lo que cobro para, en todo caso, poder establecer una negociación de precios. Qué menos, chico. Su última bala: podría decir con orgullo que he traducido documentación de la UE, vamos, lo que viene siendo un profesional prestigioso del siglo XXI. C’est ça la classe !

Pa lo que hemos quedao. El ahorro es loable siempre y cuando no se apuñale la calidad de un producto. Y como traductor profesional, no estoy dispuesto a poner en tela de juicio la calidad de mis servicios, sea del modo que sea. Es evidente que hay diferencias notables entre el concepto de ahorro que tienen esas grandes corporaciones y el que tengo yo como microempresa. Reducción de costes, sí, pero ¿a costa de qué? O, mejor dicho, ¿a costa de quién? Ay, la desgraciada tendencia de reducir costes haciendo hincapié en el «quién» y no en el «qué». Patrones tristemente equivocados que se repiten y logran banalizar el trabajo del profesional. Pero no, no quiero que me vendas estiércol envuelto en papel de seda. No lo intentes disimular porque huele igual y es un mal negocio. Repito que mantener la calidad de mis servicios profesionales y buscar la satisfacción del cliente es mi único patrimonio. ¡Fíjate tú! ¡Qué caprichoso ha salido el chiquillo!

Eso sí, ya no me aflijo con estas cosas. Desgraciadamente, nos acostumbramos con asombrosa facilidad a convivir con la mediocridad. En cambio, tengo la impresión de que exteriorizar que estamos contentos con nuestro trabajo es un ejercicio más pesado y menos rutinario. Todo puede mejorar siempre, pero formo parte de ese grupo de gente que piensa que cada paso no es un movimiento realizado en balde. Ser fiel a tus principios y marcar las distancias con ciertas actitudes hirientes, te aleja del cinismo y te hermana directamente con tus objetivos. Que no solo es cuestión de ganarse la vida, sino de tratar de no darle la espalda a tus prioridades. Me sigue aterrando conspirar contra mis propósitos. Pasito a pasito, mes a mes, día a día.

[author][author_image timthumb=’on’]http://letrasdesastre.com/wp-content/uploads/2011/02/raiLDS2-1-de-1.jpg[/author_image] [author_info]Raimundo Rizo Sánchez es licenciado en Traducción e Interpretación por la Universidad de Alicante en el año 2008 y máster en Traducción Institucional por la misma institución académica en 2010. Traductor FR-EN-CAT>ES especializado en traducción jurídica, económica e institucional y traductor jurado FR<>ES nombrado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación.[/author_info] [/author]

8 comentarios en “Externaliza, que algo queda

  1. Jordi Balcells

    Qué manía con intentar convencer con el argumento del prestigio. El descuento por volumen lo puedo entender. Las promesas de más trabajo, casi que también. ¿Pero el prestigio? ¿Para un profesional con experiencia? Es más, ¿el prestigio de relacionarse con la UE hoy día en España? Yo no lo veo.

    A todo esto, la moto se vende a los clientes, no a los proveedores. Lo sé, es una revolucionaria idea que no acaban de entender las empresas de traducción.

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    1. Rai Rizo Autor

      Lo has clavado, Jordi. El prestigio es un argumento que está de capa caída y, además, pocas instituciones están más desprestigiadas en España que la Unión Europea.

      Y sí, la estrategia de captación de proveedores de servicios de traducción también es errónea.

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  2. Pablo Bouvier

    La habéis clavado los dos. ¿Prestigio por haber trabajado para la UE a precio de saldo? ¡Ay, que me entra la risa floja…!

    Hoy todos conocemos del desprestigio de la UE, una organización que le compra un Nobel pacifista a la organización sionista que los otorga, mientras somete a sus ciudadanos, justamente indignados por la corrupción a todos los niveles, a base de porrazos y pelotazos de goma en los ojos, con una represión nunca vista ni en los mejores tiempos del franquismo, y de la cual todo el mundo sabe que solo gobierna para los ricos: la Mesa Redonda Europea o ERT (asociación europea de grandes empresas [corruptas y corrompedoras]).

    Por mí, se pueden meter «su prestigio» por donde les quepa.
    Y su «memoria» también.

    ==

    PD: ¡Uy, tengo un pelo en la lengua…! 🙂

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    1. Rai Rizo Autor

      Desde luego, ha quedado meridianamente clara tu postura con respecto a la Unión Europea. 😉
      Una mujer muy sabia, profesora de jurídica en la universidad, ya me decía hace 8-10 años que la UE iba a perder gran parte de su reputación en los años venideros. A la vista está que no se equivocaba.
      No se puede presumir de lo que no se tiene.

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  3. Darío Giménez Imirizaldu

    Mira, ayer mismo me pasó algo del estilo. Un PM me propuso un trabajo largo, largo y las tarifas que ofrecían eran cortas, cortas. Su argumento: que el cliente quería que fuese como un trabajador de plantilla. Le dije que por ese dinero a mí me limpiaban la casa, que yo era un freelancer y que pensaba seguir siéndolo, por mucho volumen de trabajo que me diese un cliente determinado, y que no me interesaba su propuesta. Su respuesta: que pobre mujer de la limpieza, si tenía que currar 40 horas a la semana. A eso ya no me digné a contestarle, que lo mínimo era mandarle a tomar por saco por sus tarifas y por su poco tacto con la gente trabajadora de verdad.

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    1. Rai Rizo Autor

      Ahí ya entra en juego la educación, Darío. Podéis no llegar a un acuerdo, pero no es de recibo que te responda con esas palabras. En fin, viendo la parte positiva, has evitado tratar con un clasista al que vale mucho la pena ignorar.
      Como dice Jordi, parece que cuesta entender que somos proveedores de servicios, no clientes y mucho menos trabajadores en plantilla. Incomprensible.

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  4. Cristina Aroutiounova

    ¡Plas, plas, plas, Rai! Creo que si una empresa busca un producto excelente y acorde a su imagen, ya sea un organismo oficial —véase la UE— o una empresa privada, no debería (por lo menos por razones éticas) pedir a su proveedor que rebaje el precio de su producto a precios decadentes, pero eso sí, que la calidad siga siendo igual de excelente…
    Tu me cobras esto por página y esto por palabra, pero ya nos encargamos nosotros que os suban los impuestos y poco nos importa que tú no los puedas pagar.
    ¡Qué rabia! ¡Y qué gran verdad dijo nuestra querida profesora de jurídica!

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    1. Rai Rizo Autor

      Efectivamente, Cris. No puede haber tanta disparidad entre la calidad de las tarifas ofrecidas y la calidad del producto final esperado. Sin reciprocidad no es posible establecer una relación profesional satisfactoria. Y no vale sacar el dichoso tema del prestigio de la institución, empresa o sociedad porque, la verdad, ya no cuela. A mí me suena a impostura. A día de hoy, lo que realmente prestigia a una empresa es que pague bien y dentro de los plazos convenidos a sus proveedores. Es un sinsentido que te pidan que montes un Ferrari si te ofrecen piezas de un Seat Panda.

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