Los medios y la traducción

[box]Traductor recién nacido: ¡Bua, buaa, buaaa! (Llanto desconsolado según Martínez de Sousa).

Traductor adolescente: «Paso un huevo de la traducción. No da ni pa’ pipas».

Traductor adulto: «Algo tiene que cambiar en la traducción, pero no tengo tiempo».

Traductor septuagenario: «Son los jóvenes los que tienen que arreglar el «tema» de la traducción».

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¡Oh soledad, mi sola compañía! —que diría el poeta de Sevilla—. El tema de marras, el de siempre, el que cuando sale a luz consigue aumentar las ventas de pañuelos moqueros de tamaño extra grande. Y volvemos a las andadas con el artículo de El País que los traductores —literarios o no— han compartido hasta la saciedad estos últimos días. En este erial de sombría atmósfera, lar de plañideras y velos negros, parece haber un rayito de esperanza ya que el bueno de Juan Cruz ha dedicado un artículo al noble arte de la traducción. El gremio, emocionado, lo comparte porque considera que se ha dado un pasito más hacia la ansiada visibilidad. Como Teruel, los traductores existen. ¡Ea!

El caso es que no ha sido la primera vez que los medios de comunicación generalistas han dado voz a ciertos traductores. Radio Nacional de España también consagró algunos minutos de su programación a las reivindicaciones, arengas e inquietudes de los traductores (aquí y aquí). Ahora bien, ¿os habéis dado cuenta de algo? Supongo que sí. ¿Qué hay de las soflamas del resto de traductores que, por cierto, somos la inmensa mayoría del gremio? ¿Existe únicamente la traducción literaria? ¿Y la interpretación? ¡Ay, personas todas y no máquinas que me leéis, qué hartura más grande!

No seré yo el que cuestione la valía y entrega de los traductores literarios en este mundo cada vez más rancio. Nos alimentan el alma con sus buenas traducciones. Mis más sinceras felicitaciones. No obstante, mientras los medios sigan empecinados en ceder su único asiento a los traductores literarios, el gremio jamás avanzará hacia ese ansiado reconocimiento social porque se produce un sesgo injustificable y una injusticia manifiesta. Y me quiero explicar: cuando la traducción resuena en cualquier medio de comunicación es para expresar el descontento por un mal trabajo realizado o para acoger las reclamaciones de los literarios. Y no hay más mundo por descubrir.

« Ceux qui écrivent clairement ont des lecteurs ; ceux qui écrivent obscurément ont des commentateurs. »

Es más, como fiel muestra de la desinformación absoluta que impera en el periodismo moderno, Juan Cruz, alto cargo en El País, asegura en su artículo lo siguiente: «[…] la presidenta de ACE, la organización que agrupa a los traductores españoles». De esta afirmación se infiere que no hay ni un solo traductor en territorio español que no pertenezca a esta asociación. Información veraz y contrastada. Esperad que carraspeo: ¡ejem, ejem! Y digo yo, ¿qué pasa con el resto de traductores? ¿Tenemos menos cosas que contar? ¿No somos creadores de sentido comunicativo en la lengua meta? Supongo que una traducción jurídica de una sentencia dictada por un tribunal de apelación tiene menos glamur que un libro de Albert Camus pero, —¡por las gónadas del caballo de Espartero!— entiendan y entendamos todos que hay otras traducciones que tienen una función social irremplazable.

Los traductores no solo alimentan el alma sino que realizan una labor funcional a diario. A lo mejor es que no interesan las condiciones paupérrimas en las que trabajan ciertos intérpretes, que tienen que hacer de tripas corazón y engullir rabia para realizar un trabajo digno que esté a la altura de las grandes necesidades de algunos colectivos cuyo presente y futuro inmediato está en juego. Quizá los señores periodistas desconozcan que esas condiciones deplorables las promueve la propia administración pública, experta en coger la tijera y recortar por aquí y trasquilar por allá. Quizá sea un mojón informativo hablar de los guantazos que se dan otros traductores con clientes morosos por esos impagos que avinagran el humor a cualquiera y te dan ganas de retorcer pescuezos en masa.

¿Qué hay de los éxitos, fracasos y divagaciones de los intérpretes, revisores, correctores de pruebas, localizadores de páginas web y traductores de software y tecnología, material audiovisual, videojuegos, manuales técnicos, sentencias judiciales, informes económicos, actas institucionales, prospectos farmacéuticos, ensayos clínicos, folletos turísticos, guías deportivas o campañas de publicidad? Es probable que estas y tantas otras cosas no vendan y, por tanto, no tengan derecho a ver la luz pública, pero existen. Y laten con fuerza todos los días. Aunque, ahora que lo pienso, quizá sea exigir demasiado a un colectivo desinformado cuya labor es informar y que, por desgracia, no ha aprendido todavía a distinguir entre traductores e intérpretes. Y dicho esto, permitidme que pare aquí y reinicie, no vaya a ser que el discurso entre en un bucle infinito. Es lo que tiene hablar sobre estas cosas… ¡clic!

 

9 comentarios en “Los medios y la traducción

  1. Darío Giménez Imirizaldu

    Hola, Rai.

    Como ya sabes, soy principalmente traductor —y hacedor en general— de libros (que no es lo mismo que traductor literario), me he asociado recientemente a ACEtt (por motivos obvios) y soy del modelo adulto (a muchísima distancia todavía del modelo septuagenario). Lo único que tengo que decir es que yo hago esto porque me gusta y sólo me quejo cuando no tengo trabajo. El que quiera llorar que se haga plañidera profesional y así, de paso, le pagan. Y el que quiera visibilidad que se haga presentador de TV u hombre anuncio. Yo estoy en las redes sociales, en los blogs y demás por un único motivo: me lo paso bien mientras trabajo solito en mi despacho lleno de libracos.

    En cuanto al desencuentro de la prensa con los traductores, es idéntico al que tiene con casi cualquier otro sector. Pero siempre habrá gente que se enfervorice por una especie de gregarismo ficticio y pillado por los pelos y le dé bombo a estos artículos tan superficiales y poco documentados que no reflejan en absoluto la diversidad del mundo de la traducción. Si cada vez que en la prensa hablan de traducción nos volvemos todos locos es que lo estamos un poco, eh.

    Hala, te felicito por lo de siempre (que escribes muy bien) y me vuelvo a mis labores librescas.

    Un abrazo.

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    1. Rai Rizo Autor

      Hola, Darío:

      1.000 años después vuelvo a mi blog para contestaros a todos. I beg your pardon. 🙂

      Sin duda, es un artículo paupérrimo a todos los niveles. La verdad es que no sé cómo el ínclito periodista que lo escribió llegó a ganar un Premio Nacional este año. Bueno, miento; sí lo sé, pero me reservo la opinión.

      El caso es que a veces es exasperante encontrarse con artículos tan mal documentados en torno a la traducción que vienen revestidos de un halo de romanticismo estilográfico y de mentes atribuladas porque somos unos traidores y nos fustigamos por ello. ¡Qué barbaridad!

      Mi conclusión es que cada uno mire por lo suyo: los medios de comunicación de masas, que se dediquen a (des)glosar nuestra profesión mientras nos enfundan el velo negro y describen nuestros amargos lagrimones mentando a San Jerónimo —si fuera preciso— y nosotros a lo nuestro, que es traducir. Demasiado abismo entre periodistas y traductores como para indignarse mínimamente.

      Un abrazo.

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  2. Happy Words

    Hola Rai,

    Yo he sido una de esas personas que he compartido y también comparto la opinión que ofreces del tema. El artículo para variar en El País se centra unicamente en los traductores literarios y deja de lado el amplio abanico que es nuestra profesión (es increíble la cantidad de campos en los que trabajamos). ¿Lo de compartirlo igualmente? Es un poco la emoción del momento, el que hablen de la traducción en algún otro lugar que no sea dedicado exclusivamente a la traducción, una intenta que gente que no es traductora lo lea, entiendan un poco más, seamos un poco más visibles para ellos, etc, etc. Lo de siempre.

    Por cierto enhorabuena por tu blog, lo sigo desde hace tiempo pero nunca me «lanzo» a comentar.

    ¡Un saludo!

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    1. Rai Rizo Autor

      Hola, Sara:

      La verdad es que siempre sucede lo mismo: esperas algo diferente y luego… ¡chof! Lo de siempre. No sé por qué terminé el artículo, pero tendría que haberlo dejado en el primer párrafo: demasiado bla bla bla, mucha pompa pseudoperiodística y contenido abúlico.

      A mí la emoción de la que hablas se me pasó hace bastante tiempo.

      ¡Un saludo!

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  3. Olli

    Hola Rai:

    Muy interesante. Con esto pasa como con los premios nacionales de traducción: que solo se dan a traductores literarios. ¿Y qué ocurre, por ejemplo, con la localización de páginas web? ¿Acaso los localizadores no somos seres humanos? ¿Es que si nos pinchan no sangramos? XD

    Coñas aparte, estoy contigo. Va siendo hora de que cambie la imagen que existe sobre la profesión. Que no es algo que tampoco me quite el sueño, te vayas a creer, pero me molesta en parte que sean los literarios los únicos que se consideren como profesionales válidos de esto, cuando la mayor parte de la traducción en España no corresponde a este sector.

    Y ya lo de que los premios nacionales de traducción se los den a filólogos mejor no lo comento… que me enciendo XD

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    1. Rai Rizo Autor

      Hola, Olli:

      Debería cambiar la imagen que proyectamos hacia el exterior, pero es algo que no me preocupa ni lo más mínimo. Bastante tenemos con nuestros dilemas y rompecabezas diarios.

      La exclusiva traductoril está claro que es para la rama literaria. El resto, que somos mayoría, no existimos. Pero aquí, si hay que señalar a alguien, es a los propios periodistas que siguen emperrados en hablar de las miserias de los «probes» traductores. Seguramente venda más el enfoque interesadamente lacrimoso que le dan al mundo de la traducción. La amargura es un buen producto para poner a la venta que diría algún iluminado.

      De todos modos, no sé qué problema hay en que los premios nacionales de traducción se los den a filólogos. ¿Hay buenos traductores/filólogos, no? Lo que no quita que haya otras disciplinas de traducción no literarias que también merezcan ser premiadas y reconocidas.

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  5. David

    Suscribo lo que dice el amigo Darío. Y añado: el artículo de Juan Cruz (como casi todo lo que escribe) es superficial, ñoño y previsible. Ahora bien: está en la sección «Cultura», y arranca: «Los traductores literarios españoles…». Partiendo de aquí, no nos extrañemos de que sólo hable de lo que habla.

    ¿Que algún día debería hablarse también de la traducción no literaria? Por supuesto: que expliquen, por ejemplo, el despiporre que es la interpretación en los juzgados, o los «protocolos» que se siguen para traducir documentación en casos de cooperación policial internacional. Pero que lo hagan en «Política» o en «Sociedad», que es donde toca. O que le dediquen un buen reportaje en un dominical. Y no por «dar visibilidad», sino porque el tema es importante.

    Por cierto, no entiendo por qué no se le puede dar el Nacional de Traducción a un filólogo (Valentín García Yebra lo era), o a un profesor de filosofía (Agustín García Calvo lo era y Andrés Sánchez Pascual lo es), o a un antropólogo (si la ‘La divina comedia’ de Joan Francesc Mira lo valía, que parece que sí). ¿Qué cuenta? ¿La labor realizada o el papelote que expide un ministerio?

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    1. Rai Rizo Autor

      Hola, David:

      Coincido contigo y con Darío en que Juan Cruz escribe artículos que apelan a la autocomplacencia, la pena penita pena y la emoción barata y fácil. Nunca he tragado sus artículos, ni su forma de entender el periodismo.

      Dicho esto, también estoy de acuerdo en que hay insignes filólogos que han sido buenos traductores (y buenos filólogos que han sido solo eso, buenos filólogos). Me parece que separar entre traductores buenos y filológos malos no es un buen negocio para nadie. En este tipo de debates siempre se peca de extremista y cierto corporativismo que nunca objetiva debate alguno. Nos solemos olvidar de que detrás de la etiqueta «filólogo» o «traductor» siempre hay personas competentes o incompetentes que, para el caso, es lo que cuenta.

      Por último, tu «algún día debería hablarse» no me acaba de convencer. Ya que «algún día» implica un futuro no inmediato y «debería» un condicional, infiero, de esta oración, que no es prioritaria la presencia en los medios de otros temas relacionados con la traducción. Y, sinceramente, si no es perentorio dar a conocer los temas que expones en tu comentario… Y no es precisamente ineludible por pretender hacer valer la otra inmensa parte de la profesión que es ocultada consciente o veladamente, sino por dar a conocer los problemas que padecen personas de toda condición por culpa de gravísimas deficiencias en el sector público de la traducción e interpretación. Hablamos de personas que se juegan su libertad, su dinero o su bienestar (o todo en uno). Y eso hace pupa.

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