Aquel seminario donde hablé sobre posgrados

Cuando un día cualquiera abres tu bandeja de entrada después de haber dado buena cuenta de tu siempre protocolario desayuno de traductor basado en un buen tazón de leche sin lactosa con unas generosas cucharadas de Cola Cao© —también acepto sucedáneos—, acompañado por una cuantiosa ración de cereales de chocolate y unas tostadas bien regadas en aceite, y lees un correo electrónico donde te invitan a dar una charla en un seminario especializado de traducción, perdonadme la expresión —y sé que lo haréis—, te acojonas. Y no sólo te acojonas sino que el protocolo matutino que se había instalado plácidamente en tu estómago empieza a emitir unos ruiditos extraños, seguidos de unos persistentes retortijones que te invitan a tomar asiento en otro sitio.

Y te sermoneas con aires de mortal arrepentido para intentar justificar tu falta de integridad y fortaleza en esos momentos. El «chico, no será para tanto, ¡qué exagerado eres!» es parte de la oración que entonas esa mañana. En esta época donde almas penitentes han vagado en fila india ataviadas con conos de cartón sobre sus cabezas, no te apetece redimirte de tal guisa y, claro, aceptas acudir a la charla porque las figuras de semblante cónico nunca te dieron buen rollo. Y vas a ir aunque nunca antes hayas hablado en público. Pero, oye, ¿y por qué yo? ¿Qué tengo que aportar a profesores, alumnos de grado y futuros de estudiantes de posgrado si realmente acabo de llegar como aquel que dice?

Son preguntas lógicas que se hace uno después de recibir la noticia de la mañana por parte de uno de los profesores jóvenes del grado que llevó a cabo esfuerzos ímprobos para hacer ver la importancia de la terminología en la traducción y que, más tarde, consiguió que la asignatura de económica y financiera del posgrado fuera mucho más práctica de lo que el propio descriptor del máster anunciaba. Pero no, no iba a hablar ni de terminología ni de traducción económica y financiera. Tampoco iba a estar solo pues me iba a acompañar en esta singladura la traductora hispano-rusa más conocida del mundo mundial de la traducción: Cristina Aroutiounova, de El Placer de Traducir, compañera de promoción en el grado y posgrado.

Nuestra ponencia en el Seminario sobre traducción e interpretación económica e institucional: docencia, investigación y profesión de la UA iba a versar sobre las diferencias-inadecuaciones-incongruencias que habíamos encontrado desde que obtuvimos el posgrado entre el mundo académico-universitario y la realidad diaria del mercado laboral. A la charla, pobrecica ella, se le dio un nombre con poco gancho, de aquellos que lees y afirmas con gravedad: «una siesta cae», pero no me iba a dar por rendido, ya que el contenido tenía unas posibilidades enormes para hacer del continente una mera anécdota. En pocas palabras: nuestros argumentos serían cafeína pura para el personal. Y, creedme, teníamos un termo rebosante de café bien cargado para repartir entre los asistentes.

Y como era cuestión de abrir los ojos, primero tenía que abrir los míos y respirar. Minutos antes de subir a la mesa entarimada del salón, el asiento que ocupaba entre el público asistente se me quedaba terriblemente pequeño y probaba inútilmente con mil posturas que no sólo no acababan con mis posaderas quietas, sino que se transformaban en picores inimaginables en los lugares más insospechados de mi cuerpo. Os confieso con total sinceridad que, en esos momentos de desenfreno adrenalínico, me habría gustado recibir un sonoro bofetón por parte de mi «yo relajado en pijama recién levantado mientras me estiro y bostezo». Vaya que sí y, además, sin miramientos y por sorpresa para acabar con ese baile ritual de aquelarre que había poseído mi cuerpo en la minúscula superficie de una butaca. Me sentía como Urdargarín emitiendo una factura legal, con su IVA y su IRPF: raro, confuso.

Pero, después de las presentaciones de rigor, me tocaba romper el hielo abriendo la exposición. Y a todo eso, sin darme cuenta, comencé a hablar. Y entre pausa y pausa, noté cómo las ideas fluían solas y se ordenaban con criterio en mi cabeza, cómo el mensaje y el sentido de la charla calaba entre los asistentes, cómo mi cuerpo me daba al fin la tregua que necesitaba y se dejaba caer en la silla por pura gravedad. Sólo necesitaba hablar y contar mis experiencias. De la charla os puedo contar que fue una mezcla de realismo y optimismo sin excesos. Sin caer en el pesimismo existencial con tintes sartrianos que se huele en el mundo de la traducción, ni en el optimismo exacerbado de algunos que todavía viven en los mundos de ese extraterrestre de color mandarina llamado Yupi.

Relatando las profecías más terribles y apocalípticas del mundo de la traducción.Fuente: @nath_trad

Simplemente quisimos contarles a los que tuvieron la paciencia y la bondad de escucharnos que:

– Los milagros no existen y la virgen de Lourdes todavía no ha visitado ningún centro de estudios de posgrado.

– Un título puede ser un papel inservible guardado en un cajón o colgado en la pared de tu habitación.

– Hay tantos posgraduados dándose tortazos en el mercado laboral que tener un máster ya no es un factor que te diferencie del resto.

– La formación continua es muy importante y cursar un máster es una opción más entre tantas.

Elegir un máster debe ser el resultado de una decisión meditada y honesta y no la elección espontánea fruto de una mañana soleada acompañada del canto alegre de unos pajarillos en el alféizar de tu ventana.

Un máster debe aportar valor a tu futuro profesional. La visión práctica y real debe imperar.

– Los descriptores de posgrado de la mayoría de universidades españolas se centran casi en exclusiva en el ámbito académico y formativo y no contemplan el mundo real que hay tras las aulas (consultar diapositiva número 23).

– La figura idealizada y paternalista de la universidad es un lastre para el alumnado y los futuros trabajadores que ingresen en el mercado laboral. Seamos justos con ella. Hay habilidades personales y profesionales que no puede (ni debe) enseñar la universidad.

[box] Seminario_Alicante_Marzo[/box]

Al terminar la charla, experimenté la indescriptible sensación de que no me había dejado ni una sola coma de lo que me había propuesto explicar a los asistentes del seminario. Fue una experiencia enriquecedora que me sirvió no sólo para expresar mi punto de vista sobre un debate candente en el ámbito académico y laboral, sino también para conocerme y experimentar en una situación inédita en el terreno profesional. Quiero dar las gracias a Daniel Gallego y al resto de miembros entusiastas del Departamento de Traducción e Interpretación de la UA por contar con Cristina y conmigo, aun a sabiendas de que íbamos pertrechados al seminario con un cargamento de sincera realidad que no suele gustar demasiado en cierto sector del ámbito universitario.

Tratamos de ser críticos, sinceros y directos, pero siempre con la intención de aportar ideas y ser constructivos. Tener la oportunidad de participar en un coloquio organizado por docentes entusiastas, comprometidos con el alumnado y la renovación de una institución con bastante atrofia como la universidad española no es una oportunidad que se presente todos los días, y más teniendo en cuenta que siempre me he mostrado abiertamente crítico con este asunto e incluso llegué a plasmar mis inquietudes en la entrada «Venturas y desventuras de TeI» cuando este blog todavía estaba en pañales. Dejar pasar este tren era absurdo.

Tras la charla, pude conocer y poner cara a gente como Pablo, Laura, David o Carla y reencontrarme con antiguos compañeros de carrera que hacía años que no veía. Un enorme gracias a los futuros traductores Vicent y Raquel y a Nathalie, que no sólo estuvo bien atenta a la charla, sino que echó mano de su Canon EOS 400D para dejar constancia fotográfica del seminario. Fue un gran orgullo poder ofrecer mi punto de vista en la universidad donde me he formado y delante de profesores que han sido parte integrante de mi vida académica tanto en el grado como en el posgrado.

Hubo un momento en que los retortijones hablaron por mí e incluso generaron grandes dudas acerca de mi posible contribución en este seminario. Miedo a lo desconocido que se llama. Pero, más tarde, el inmenso placer del deber cumplido convirtió esos temores iniciales en una mera anécdota. Recibir felicitaciones al término de la charla fue la mayor recompensa que obtuve ese día, más allá de la propia emoción personal. Sirva esta entrada como llamada de atención ya que, si un día recibís un correo o una llamada con aires novedosos, desconocidos o inexplorados, no cerréis vuestras puertas dominados por el miedo pues la corriente de aire, si entra, ya hará su papel.

19 comentarios en “Aquel seminario donde hablé sobre posgrados

  1. Nathalie FC

    Solo añadiré una cosa: yo estuve allí 🙂
    Me hace gracia releerlo porque en realidad no parecías tan nervioso… más bien al contrario. Y sabes que no lo digo solo yo, que os felicitó todo el mundo al acabar. Yo creo que puede ser el principio de una gran carrera de docente/conferenciante 😉

    Responder
    1. Rai Rizo Autor

      😀 La procesión iba por dentro, nunca mejor dicho, teniendo en cuenta las fechas en las que estábamos. Pero, sí, disfruté muchísimo y puedo decir que ha sido una experiencia fantástica. Lo que llegue después de esto siempre será un regalo. 😉

      Responder
  2. Isabel García Cutillas

    Esta entrada podría haberla escrito yo, aunque, por supuesto, sin la gracia y el esmerado estilo que te caracterizan, Rai. Y podría haberla escrito yo porque me siento exactamente igual que tú cuando me proponen dar una charla. Lo que realmente me aterra no es hablar en público, sino la posibilidad de aburrir al personal con lo que estoy diciendo y de no aportarles nada a los asistentes, sobre todo si son traductores hechos y derechos con mucha más experiencia que yo. Así que ahí ando, procurando que la presentación que estoy preparando para Bilbao consiga por lo menos el aprobado.

    Dicho lo cual, enhorabuena por la experiencia, Rai. 🙂

    Un saludo,
    Isabel

    Responder
    1. Rai Rizo Autor

      ¡Oh! ¿Dices que dudas sobre tu aportación en la presentación de Bilbao? Pero, ¡si eres una traductora hecha y derecha como bien dices! Seguro que tienes material suficiente como para hablar largo y tendido y manteniendo sin problemas el interés de los asistentes. Seguro que te los ganas al poquito de empezar. 😉
      Por mi parte, sabía perfectamente que había muchísimo de qué hablar en mi presentación. La cuestión clave era enfocarla de la manera correcta para que los alumnos y profes consiguieran captar los aspectos más interesantes de la ponencia. Visto lo visto, lo conseguí y es algo que me llena de orgullo y satisfacción. 😀

      Responder
  3. Pablo Muñoz Sánchez

    ¡Enhorabuena, Rai! Me estoy descargando tu presentación al móvil, tiene una pintaza que no veas. Si te sirve de consuelo, aunque ya he hablado en público varias veces, me siguen entrando los mismos retortijones… 😛

    ¡Que sea la primera de un sinfín de charlas! 😀

    Pablo

    Responder
    1. Rai Rizo Autor

      ¡Gracias, Pablo! Espero que te guste la presentación, muy visual ella.

      Lo de los retortijones es algo muy humano, qué te voy a contar. La adrenalina la tenemos en el cuerpo para algo, digo yo. Todo es cuestión de saber dominarse, hablar y soltar amarras. La sensación de que la gente te está escuchando e interactúa contigo es impagable.

      🙂

      Responder
  4. Juan Jiménez Salcedo

    ¡Me están dando ganas de invitarte a Sevilla para que les cuentes un par de verdades a mis niños! 😉 ¿Hay algún vídeo del evento? El fotógrafo te jugó una mala pasada porque sales con carita de decir «saliendo por la puerta de esta vuestra facultad os enteraréis de lo que vale un peine». ¡¡Muy buena la entrada del blog (como siempre)!!

    Responder
    1. Rai Rizo Autor

      ¡Gracias, Juan! Si tus niños son tan buenos como los de la UA, voy encantado. 😉
      No, no hay ningún vídeo. Eso sí, tengo en mi poder unas cuantas fotografías que dan fe de que estuve allí dándole a la sinhueso.
      En cuanto a mi pose hay que leerse el pie de foto para saber que estaba dándoles un discurso terrible, casi catastrófico, de aquellos que lees y te apetece echarte a llorar en un esquina en posición fetal, como diría el maestro Xosé Castro. 😀 En fin, fuera bromas, traté de ser realista pero a la vez optimista, haciéndoles ver que tenemos que tener claro que hay muchas posibilidades de formación y de acceso al mercado laboral. Si conseguimos despertar el espíritu crítico y abrir un poquito los ojos de los asistentes me doy por inmensamente satisfecho.

      Responder
      1. Juan Jiménez Salcedo

        Los de la UPO son tan buenos o más que los de la UA (yo creo que más, que los alicantinos sois muy levantiscos :-P). Bueno, pues me apunto que estás disponible para que vengas a dar una xarradeta sobre mercado laboral (o sobre lo que te apetezca). Miraré en los remanentes económicos de la universidad. Algo encontraré 😉

        Responder
        1. Rai Rizo Autor

          De levantisco sí que tengo algo, no te lo voy a negar.
          Aquí estoy para lo que haga falta, Juan. 😉

          Responder
  5. Liz Paredes

    Lo dijiste todo Señor Rizo, «despertar el espíritu crítico», y es que cuando habla el espíritu, no hay quien permanezca en pie. Me costó un poco poder situarme en tu pensamiento (modo de escribir), pero luego, fue como si fuera que teníamos hasta las mismas ideas 😀
    Estoy viendo y viendo una y otra vez tu presentación. Me encantó.
    Saludos
    LIZ

    Responder
    1. Rai Rizo Autor

      Muchas gracias, Liz. Menuda frase la tuya: «cuando habla el espíritu, no hay quien permanezca en pie». 😀
      Me encanta que digas que tus ideas coincidían con las mías. Sinceramente, no esperaba tanta reciprocidad por vuestra parte.
      Un abrazo.

      Responder
    1. Rai Rizo Autor

      Hola, Abdelbaki:
      ¡Qué concisas tus palabras!
      Todo es fruto de la experiencia y de la introspección personal. Ningún máster salvó la vida profesional de nadie y tenía que decirlo.
      Gracias por pasarte por aquí.

      Responder
  6. Pingback: Mi primera charla | El Placer de Traducir

  7. Pingback: Abstente y resígnate | Letras de Sastre

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.