Traducir, interpretar, transcribir

Vueltas, vueltas y más vueltas escrutando el último rincón de una afanosa cabecita que parece no dar más de sí. Constantes intentos baldíos a la hora de encontrar una traducción de encaje. De aquellas que lucen bien y se ajustan a los moldes lingüísticos con elegancia. Pero… maldita sea, ¡qué complicado resulta a veces plasmar en nuestro idioma materno aquello que se comprende de forma meridiana en la lengua origen! Se ha conseguido descodificar toda la información del texto origen, se atisban todas las inferencias que ha pretendido plasmar el autor pero no hay forma humana de modelar una traducción medianamente aceptable.

Son momentos frustrantes ya que el traductor siempre tiende a pensar que la mayor dificultad estribará en la comprensión del texto origen. Los fantasmas siempre tienen el mismo nombre y aspecto: crueles sinsentidos, perversos falsos amigos y toda una serie de pecados en la praxis profesional que, tras haberlos escuchado con la cadencia de un martillo hidráulico en la facultad, han calado muy hondo en nuestro ser. Pero cuán equivocado está un traductor cuando cree que solo el texto origen será la única fuente oficial de quebraderos de cabeza. Tan equivocado está que, cuando una situación así se presenta sin avisar, lo único que puede acertar a decir es: ¡Éramos pocos y parió la abuela!

Uno cree dominar sin excusas su idioma materno (veintitantos años escuchando, hablando y escribiendo lo mismo debe ser suficiente bagaje para cualquiera) hasta que se enfrenta a una disyuntiva de esta naturaleza. Pasan los minutos y los botones del teclado siguen esperando con anhelo a que unos dedos los aporreen con la seguridad y la confianza que confiere una percepción cristalina del texto origen y una posterior modelación evidente de aquello que se ha comprendido sin fisuras. No obstante, las teclas siguen esperando su turno al tiempo que la cabeza empieza a entrar en estado de ebullición.

La centrifugación mental solo conduce al desconcierto y a la irrefutable idea de que no somos dueños siquiera de la lengua con la que hemos crecido desde que éramos unos niños de teta. Y he aquí cuando uno se da cuenta verdaderamente de que hay un abismo descomunal entre comprender un idioma y saber traducirlo. En otras palabras: el hecho de comprender y saber una lengua no significa contar con plenas capacidades para abordar una traducción. Cualquier traductor sabe lo que puede llegar a costar plasmar en un papel lo que se aprehende en unos pocos segundos.

No siempre el traductor tiene a su alcance el término justo, la expresión precisa, la referencia cultural apropiada o la frase hecha que encaja como la pieza de un rompecabezas. Quizá el recurso de la sinonimia haga que nuestra mente escrute otras vías que no habíamos transitado en un principio. Acaso podamos salir del atolladero indemnes. Valga esta entrada para dignificar la sufrida figura de los diccionarios de sinónimos, aquellos recursos olvidados, empleados diariamente hasta la saciedad pero que muy poca gente recuerda. El sutil universo de las analogías muchas veces nos conduce a abrir ventanas y explorar otros caminos que la claustrofobia del lenguaje provocada por nuestras propias limitaciones a veces cierran.

Por otra, lanzar un rotundo ¡ja! (entiéndase como una mezcla de reprobación y escepticismo) a todos aquellos que alguna vez nos han expresado directa o subrepticiamente que su amigo, cuñado, familiar o cualquier otro ser humano sería capaz de realizar una traducción sin problemas (quizá igual o mejor que la nuestra) porque ha estado viviendo no sé cuánto tiempo en tal lugar del globo. Una vez más, ¡ja! No todo el mundo está capacitado para traducir, ni siquiera alguno de los licenciados que guardan en su habitación bien enmarcado el título de Traducción e Interpretación. Conviene no olvidar que algunos de los mejores traductores nunca estudiaron la licenciatura de TeI. Acaso ellos lograron comprender la verdadera esencia del traductor, aquel arquitecto que siempre ve algo más detrás de cualquier fachada barroca de palabras, aquel que sabe que encontrará la belleza si accede al interior.

20 comentarios en “Traducir, interpretar, transcribir

  1. Eli aka NC

    No sabes cómo te comprendo Rai, yo sin un diccionario de sinónimos estaría acabada y aún así tendrías que verme repitiendo frases y expresiones en voz alta como un loro para ver si me terminan de sonar bien o no. Cuando se me atasca algo por norma general lo dejo aparcado y sigo con el resto porque si no me podría tirar un año para terminar una traducción, jajaja.

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    1. rairizo Autor

      Gracias mil Pablo, pero en ningún momento pienses que un comentario tuyo va a manchar un escrito y menos uno de los míos. Tus comentarios siempre son muy bien recibidos allá donde vayan 🙂

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  2. Cecilia

    Una entrada muy interesante y con mucha razón. El último párrafo sin duda es bien cierto, y nunca habría dicho mejor eso de «hay un abismo descomunal entre comprender un idioma y saber traducirlo».

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    1. rairizo Autor

      Esa dicotomía la estuve rumiando durante varias semanas hasta que he sabido plasmarla en una entrada. Y es que una cosa es entender lo que te dicen o quieren contar y otra cosa es hacer que otros entiendan lo que te acaban de decir. Nunca «saber» y «traducir» un idioma fueron universos tan diferentes.

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  3. Pedro Cano @comunica34

    Parafraseando a Vicky:
    – ‘Yep, but no, but yep, but no, but yep, but no…’
    El texto es bonito sin quererse artístico, culto sin desdeñar a lectores menos versados en la lengua y ¡tiene usted más razón que un santo! Por no hablar de todos estos comentarios impecablemente redactados: refugio para nuestros ojos.
    Sin embargo, no sé si esta costumbre que tenemos de abstraer la tarea de traducir del contexto en que se enmarca nos beneficia a los traductores. Estos argumentos son sencillos de compartir entre pares, harto difíciles con legos. Y necesitamos a legos que entiendan lo que es traducir… pero ¿cómo explicarlo entre márgenes de beneficio y desconocimiento popular? Esa es una cuestión que animo a que exploremos.
    Hala, ya tienes un disidente, hombre, que si no no hay debate.

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    1. rairizo Autor

      ¡Hola, Pedro! Encantado de leerte y celebro que disientas ya que es relativamente sencillo que pueda existir consenso entre los miembros de nuestro gremio pero no es menos cierto que es una tarea complicadísima explicar a la gente en qué consiste nuestra labor.

      Al menos en mi caso, no suelo encontrar las palabras adecuadas cuando tengo la sensación de que nos tratan o pretenden tratar de timadores, aprovechados o cualquier otra lindeza.

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  4. anaspanisch

    ¡Cuánta razón tienes!
    Y lo peor: le pides a un amigo o aun colega que lea o corrija tus textos y lo destroza, lo reescribe, planeta dudas ortográficas que antes no tenías y quedas peor de lo que estabas antes.
    El lenguaje es flexible a traducciones posibles hay muchas

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    1. rairizo Autor

      ¡Bienvenida, Nieves! Me agrada la expresión «bocados de realidad», dentelladas que a veces duelen por crueles, insensibles, malintencionadas, ignorantes…

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  5. José de la Riva

    Buen artículo, sin duda, y muy acertado. Qué bonito sería que todos los traductores tuvieran al menos la posibilidad de buscar esa traducción «de encaje», de esas palabras que, cuando se encuentran, son como el verso que el poeta le roba a su musa. Pocos son capaces de realizar estas traducciones, y también son pocas las circunstancias de trabajo en que estos traductores capaces pueden mostrar todo su talento.

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  6. Sylvia_D

    ¡Pero cuánta verdad! Cómo agradecemos esto de sentirnos identificados (no estamos solos en el universo!!! aunque a veces nos lo parezca 😛 ). Totalmente de acuerdo con Pablo Muñoz, por «tan bellas palabras», y con Cecilia, por el «abismo» tan bien expresado. Ese ¡ja! que seguro hemos dicho todos alguna vez (sobre todo cuando te dicen esas cosas tipo «que profesión más cojonuda ¿no? tú con un diccionario ya arreglas! ¬¬)…traductores con título que no lo son, traductores sin título que sí…pero sobre todo la idea del puzzle; es la que siempre he tenido de lo que es para mí la traducción viéndolo desde un punto de vista simple: conseguir encajar el puzzle.
    Me ha encantado tu entrada. 🙂

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    1. rairizo Autor

      ¡Gracias, Sylvia! No estamos solos, ni mucho menos y este tipo de entradas demuestran que todos, veteranos y recién llegados, compartimos las mismas sensaciones en determinados momentos amén de otras percepciones de la profesión. Es grato saber que hay tanta afinidad entre miembros de un mismo oficio.

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  7. Carolina

    Yo también me quito el sombrero. Qué gusto leer cosas tan bien escritas y con tanta pasión. Me encantan todas y cada una de las palabras que has escogido, incluido el ¡ja! y estoy totalmente de acuerdo con tu opinión. Ni todos los hispanohablantes pueden escribir textos como el que has escrito ni todos los conocedores de otra lengua pueden traducir textos.

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  8. mistermagusina

    Totalmente de acuerdo.
    Soy filóloga inglesa pero, muchas veces, soy incapaz de traducir. Mucha gente se cree que por conocer una lengua, más o menos dominarla y hablarla; ya tienes todo el camino hecho. ¡No! No es tan fácil. De hecho, la traducción es un arte y encontrar las palabras adecuadas en una lengua que tiene estructuras diferentes, una organización -quizá similar, quizá contraria a la lengua de origen- es harto complicado. Por eso, me quito el sombrero antes los traductores: hacéis un trabajo de artesanos, al que yo no me puedo acercar ni de lejos.

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  9. Isabel García Cutillas

    Qué gran entrada, Rai. Dudo que llegue un día en que los legos en la materia comprendan por fin que saber idiomas no es igual a traducir, que para traducir se requieren ciertas habilidades y recursos que no todo el mundo tiene. Tu entrada corrobora lo que siempre digo: para traducir es importante conocer el idioma de partida, cómo no, pero aún más importante es conocer el idioma al cual uno traduce. Y ese dominio intachable de la propia lengua materna es lo que les falta a muchos que se autoproclaman pseudotraductores o se erigen en traductores profesionales cuando en realidad no pasan de la categoría amateur.

    Un saludo,
    Isabel

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    1. rairizo Autor

      Comparto tus dudas, Isabel, pero creo que sería muy beneficioso para nuestro gremio que la gente no versada en la materia pudiera comprender todo o parte de lo que implica ponerse delante de un original. El hecho de que nuestra labor no sea conocida y reconocida por la sociedad conlleva recelos, sospechas y abusos.

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