El traductor autómata

El otro día, un amigo que siempre ha mostrado especial inclinación por todo lo relacionado con las nuevas tecnologías me comentó la posibilidad no muy lejana de que los traductores fuéramos engullidos por los sistemas de traducción automática. Al hilo de esta conversación, comenzó a ametrallarme con una retahíla de futuribles inventos que revolucionarían todo lo establecido hasta el momento por el ser humano. Escuché términos y expresiones como la inteligencia artificial, la robótica, mecanismos de retroalimentación y tantos otros aspectos que ignoraba por entero.

Le pedí, por favor, que me explicase qué le hacía pensar que los traductores de carne, hueso y mente desapareceríamos en favor de los sistemas de traducción dotados de una serie de espléndidos mecanismos artificiales. De nuevo, una perentoria sucesión de intangibles. Como intuí que tenía ganas de gresca, opté por desertar de aquel lugar y retirarme al rincón de pensar en busca de una justificación a tal avalancha de conocimientos tecnológicos de primer orden aplicados a una disciplina como la traducción.

Es evidente que los campos que engloba la inteligencia artificial cada vez son amplios. Muchas plataformas de reconocido prestigio como Google, el Instituto Cervantes o Internostrum están concentrando muchas de sus energías en la implementación de sistemas TAO cada vez más maduros y competitivos. Hace unos cuantos años, estos mismos sistemas se mostraban absolutamente impotentes para dar con una traducción, al menos, digna. A día de hoy, los resultados no tienen ese aspecto horripilante de antaño llegando incluso en algunos ámbitos como la traducción técnica a obtenerse cierto rédito de ellos.

¿Es el principio del fin para los traductores? ¿El ámbito de la traducción técnica y científica, plagada de terminología compleja, va a ser dominado por batallones de dispositivos artificiales inteligentes? Vaya… quizá el colega impertinente llevaba algo de razón en sus palabras. La sola idea que ronda mi mente me horroriza: ¿Podrá un sistema frío, calculado y, lo peor, diseñado por humanos sustituir a los propios humanos?

No, y mil veces no. Un ejemplo servirá para descontaminar mi mente casi automatizada; se trata de la disparidad de traducciones en tres lenguas diferentes para un mismo producto cosmético:

Adresses the specific need of hands and nails to promote softer smoother texture. Helps minimize visible signs of aging.

Suaviza, hidrata. Contribuye a atenuar el envejecimiento aparente y a endurecer las uñas.

Adoucit, hydrate. Atténue les signes apparents du vieillissement. Aide à fortifier les ongles.

Entre el original en inglés y las traducciones española y francesa hay diferencias notables, sobre todo en cuanto al contenido descriptivo e interpretativo de las lenguas en uso. Como se puede comprobar el inglés utiliza un mensaje más directo, más parco en palabras, al fin y al cabo mucho más interpretativo. Mayormente se quiere dar a conocer un producto sin entrar en demasiadas especificaciones. Por otra parte, el receptor español o francés no entendería que un anuncio de cosmética contuviera tan poca información. El destinatario no inglés necesita que el producto sea presentado de una manera más estimulante, que el propósito sea claro y meridiano, pero sobre todo que a este artículo se le atribuyan propiedades casi sobrenaturales.

Al fin y al cabo lo que necesita el receptor no inglés del texto es que el producto merezca ser comprado o, en otras palabras, que sea bien vendido. Por eso, el francés y el español utilizan un lenguaje mucho más descriptivo. Por otra parte, un inglés jamás entendería en su lengua una descripción de este producto cosmético a imagen y semejanza de las traducciones francesa y española: interpretaría el mensaje como algo demasiado recargado, barroco y con excesiva palabrería. Eso llevaría al receptor inglés de este texto a considerar ese producto poco más o menos como una patraña, un engañabobos. En resumidas cuentas se podría decir que las diferencias de traducción se deben esencialmente a cuestiones de disparidad entre culturas.

¿Cómo reflejar en un programa informatizado semejante nivel de complejidad a nivel pragmático? En mi modesta opinión, imposible. Quizá el nivel macrotextual pueda ser abordado por este tipo de programas pero el microtextual es un laberinto que refleja aspectos claves como organización enunciativa, la organización semántico-referencial y la finalidad del texto. ¿Todo esto y mucho más puede ser procesado a través de una serie de programas automáticos? No, no lo creo. ¿Es posible estructurar cada uno de los escenarios o contextos en los que se inserta el texto? ¿Se podrían condensar los aspectos culturales, no emparentados con las referencias lingüísticas?

El lenguaje no solo son letras que se abrazan para dar lugar a un texto comprensible. La traducción no puede ser tratada como una mera traslación de palabras. El lenguaje en su interior está repleto de indefiniciones, polisemia y una enorme diversidad interpretativa. Por tanto el significado de los lenguajes general o especializado no pueden circunscribirse a una serie de términos. Las interpretaciones de un texto tienen que ver con la competencia cognitiva de cada individuo. La indefinición humana está presente en muchos ámbitos de la realidad actual y los aspectos semánticos del texto no pueden escapar a la indefinición e incertidumbre.

Con todo, ¿cómo dogmatizar la traducción siendo ésta de naturaleza incierta? El lenguaje no tiene un carácter universal, unívoco ya que se basa en normas y dichas figuras de carácter social son contrarias a la fijación, por tanto, son mutables, perecederas y efímeras y van cambiando con la colectividad. Son entes vivos que evolucionan constantemente. No habría sido capaz de explicarle a mi amigo todo esto de viva voz pero, desde luego, sí le invitaré a que lea esta entrada. Quizá le sirva conocer aspectos de la traducción y las lenguas que probablemente ignoraba. Y es que no todo en esta vida es programable.

9 comentarios en “El traductor autómata

  1. José de la Riva

    Muy inteligente y muy bien redactado el artículo. Y coincido en que el pragmático es el plano que dificultaría en mayor medida la traducción automática. La profesión no está amenazada por las máquinas, al menos no todavía.

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  2. Curri Barceló

    Pues yo, dejaría de «ajuntar» a tu amigo 🙂 Eso no es un amigo, hombre 😉

    Estoy de acuerdo con lo que dices. Las herramientas TAO solo nos servirán para ayudarnos, para reducir las horas que pasamos trabajando, pues como lo hizo la aspiradora. Aún no han inventado el robot que limpia la casa tan bien como mi madre (vamos, que se puede comer un flan en el suelo, como decía mi hermana). Lleva más de 100 años inventada (desde 1860, según Wikipedia) y, aún así, seguimos sin tener un robot que te limpie la casa entera sin tener que controlarlo y que te pase el dedo por los rincones más escondidos de la casa, por el marco de la puerta y por los rodapiés.

    Yo diría que se debe también a la subjetividad de la misma traducción. Sí, lo de «traditori», porque al fin y al cabo, la calidad de una traducción dependerá de la experiencia del traductor, lo que haya vivido, la zona de la que proceda, las palabras que usaban sus padres, los libros que ha leído, la gente con la que se relaciona y un largo etcétera que no quiero ni empezar a pensar.

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    1. rairizo Autor

      Jejeje… «Ya no te ajunto».

      Si hay una disciplina que necesita contar con el componente humano para dar resultados más ajustados esa es la traducción.

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  4. Laura

    Es un debate muy interesante el de la traducción automática y sin duda creo que tienes toda la razón del mundo. No obstante, no debemos olvidar que la TA es una herramienta y como tal, no es «buena» o «mala», sino que su utilidad o abuso depende de cómo la empleemos los humanos. La TA puede ser útil (que no ideal) en determinados casos (p.e. para hacerse una idea de un texto en una lengua que desconocemos totalmente, para textos que han de ser traducidos muy rápidamente con una ligera corrección humana sin importar excesivamente la calidad, sino el mensaje transmitido etc.). Cada habilidad, la automática y la humana, tienen su espacio, y no deberían entrar en conflicto. El problema viene cuando personas ajenas a este ámbito profesional y los clientes mismos malinterpretan el fin de la tecnología y lo utilizan como sustituto del traductor cuando el documento que se ha de trasladar de una lengua a otra requiere toda la atención, pericia y aptitudes que sólo un profesional puede aportar.
    Y siguiendo el símil de Curri, las aspiradores, igual que la TA, están para ayudarnos, y aunque no consigan aspirar hasta el último rincó y haya que recurrir en esos casos a la consabida escoba… ¿quién querría barrer TODA la casa con este cepillo?

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    1. rairizo Autor

      Muchas gracias Laura por tu comentario. Estoy de acuerdo contigo en que el traductor no sería nada actualmente sin el apoyo de las nuevas tecnologías. Lo que me resulta muy difícil de imaginar es la situación que tendrían que afrontar los traductores de primera generación sin el soporte de herramientas de traducción, con Internet sin ver la luz o todavía en pañales,… ¡Son héroes! 🙂

      Una profesora de mi carrera que ya estaba a las puertas de la jubilación decía que ella solo tenía un disco duro. A continuación, se señalaba la cabeza y sonreía orgullosamente. Dijo no necesitar nunca una conexión a Internet o los «aparatos del diablo» que era como denominaba a las herramientas TAO. Una traductora de la vieja escuela, sin duda alguna.

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  5. Mª José García Chao

    Yo llevo veinte años en esto y os diré que cuando empecé traducía las películas/series a bolígrafo bic, borraba con típpex líquido (el otro no existía, tampoco había post its) o tachaba y luego otra persona mecanografiaba mis traducciones. Después de eso, yo las revisaba y corregía los múltiples errores otra vez con tippex. Por supuesto no existía internet y el arma más potente de trabajo más allá de lo diccionarios eran la lógica, mi formación en filología inglesa, mis horas ante la tele (antes sólo había dos) y el cine y las llamadas (por el fijo) a los amigos para que me echasen una mano. Lo de hoy es coser y cantar comparado con aquello y esto fue antes de ayer, practicamente.

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